20.4.11

A veces uno se disfraza de lo que querría ser, cuando no es más que gris en su interior.

Si tan sólo se pudiera, sacar esa intriga que lo inquieta, entrar al fondo de los pensamientos y en lo hondo del corazón. Quiere. Es lo que más desea. Si tan sólo se pudiera.

Sabiendo que la extrañaría él mismo se condenaba a la soledad sin ella. Encerrado en los vastos pronunciamientos de su propio nombre y las tantas repeticiones instantáneas de su risa. La de ella. Esa sonrisa que todo el mundo quisiera. Eso es lo que pensaba él. Más tarde en su cama, mirando hacia las estrellas, divisaba en su pensamiento lo frágil del recuerdo. Ni comparación había entre verla a ella y recordarla. No había duda, tenía que vivir a su lado si quería ser feliz. Pero él no quería, no podía soportar la idea de el rechazo, se sentiría... abrumado y con huesos de papel. Se sentiría como esos días en los que uno desearía no haber despertado, porque ni lo cálido de las sábanas o lo dulce del recuerdo pueden desmentir la realidad pronta a vivir. Esa dulzura que se corta con el cuchillo tan filoso de la negativa. El amanecer que colapsa en un mediodía tan frío, seco y cruel. Todas esas razones él encontraba para vivir en la soledad coronada de memorias en lugar de desafiar sus propios instintos y darle una oportunidad a su propio corazón. De amar a alguien de verdad, y no a una simple idealización. El miedo paraliza, y él lo comprobaba día a día. Cuando ella pasaba y lo acariciaba con su perfume mientras lo miraba como quien mira a una pared, sin atención, decía. Sin detenerse. Sin querer recordarlo.


Sólo pensaba en él. Yo quería que me conociera. Que supiera mis miedos, mis virtudes, mis heridas. Que me mire como si estuviese mirando al amor en persona. Sus labios se curvarían en una sonrisa incontenible y sus ojos brillarían de emoción al pensar que yo también lo amo. Sus mejillas se teñirían levemente de rosa y se le escaparía un suspiro mientras yo muero de felicidad. Quería que fuese mi alma, su alma, y nuestros corazones también, todo junto lo que no se podría separar. Que los cambios renovasen nuestro amor en lugar de alejarlo y nuestras cicatrices festejen nuestras caídas en lugar de volver a sangrar.

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