26.12.13

Yo sabía

Ella me miró y yo supe. Cuando se alejó y dobló la esquina, yo sabía. Le dijo a todos que era por dos meses pero yo, sabía. Cuando me sirvió el vaso de agua que le pedí, después de hablar de los lugares que visitaría, no necesité palabras. Ni siquiera gestos. Me contó su plan de no volver, su secreto bien guardado hasta entonces.
Ella no era la misma desde que él nos había dejado. Sé que de alguna manera había buscado una respuesta y por mucho tiempo vagó. Ahora que recuerdo, hasta puedo decir el momento en el que creo, encontró la respuesta. Un día de verano, acostada en el pasto mirando al cielo. “Si me muero, ¿me extrañarías?” Sí, claro, respondí con tono de obviedad. Ella soltó una risita a modo de respuesta. Después de eso hubo otro cambio drástico en ella. Como el de antes, sólo que esta vez, por el contrario, empezó a hablar más y a volver a sonreír. A los ojos de todos había sido positivo pero no a los míos. Sentí que era una asimilación del dolor mezclada con otra cosa. Su respuesta. La salida que ella creía haber encontrado. Cuando anunció el viaje, temí. Dijo que quería ir adonde él había muerto. Y después seguir viaje a su lugar favorito, a pocos kilómetros de allí. Todos le expresaron su aprobación, diciendo que le iba a hacer bien y a ayudar a recordarlo en sus momentos más felices.
Me miró sólo por un instante, creo que por reloj no podría haber sido más que un movimiento de la aguja de los segundos. Se detuvo en mis ojos, diciéndome todo sin decir nada. Me estremecí. Quería decirle que no lo haga. Que no se vaya. Pero no quería quitarle ese alivio que ella había encontrado. La iba a extrañar, le dije con la mirada. Nunca la había abrazado tan fuerte en mi vida, como antes de doblar la esquina. Nunca le había dicho tantas veces cuánto la quería. Ella no lo halló extraño y eso lo confirmó todo. Era todo una despedida. Cuando me pidió las fotos viejas la semana anterior, y hablamos de las muertes de nuestros padres. “¿Creés en el cielo?” Antes de irse le pregunté si se iba a cuidar y se me quebró la voz. Me sonrió y rompió en llanto. Se limpió las lágrimas y caminó en dirección contraria a mí. Pero, después de que dobló la esquina, me desesperé. Quise correr detrás de su auto y gritar que no se vaya. Lo hice pero ya estaba muy lejos. O tal vez me vio, pero no frenó.

Cuando me llamaron, yo sabía. Sabía ya cuando había doblado la esquina, sabía cuando me sirvió el agua.

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