22.4.20

El envío

EL ENVÍO 
La iluminación amarilla y perpetua de la mañana bañando los cuerpos a través del vidrio y las cortinas de las ventanas de la casa de. La luz perpetua teñida de sol, la luz del sol, dorada y tiñendo todo el cuarto, cubriendo las caras, descubriéndolas del sueño y de la oscuridad de la noche, de lo oscura que es, la verdad es muy oscura. Es la claridad esa a la que me refiero, la que vos bien conocés, conociste digo. Bueno, en mí siempre es ese día. Digo que, en mí, en mi mundo es esa mañana siempre. Siempre. Es esa y son muchas mañanas y noches más. Aunque las noches no me anime a recordarlas tan negras o privadas de luz, cómo lo digo...prefiero iluminarlas. Pero siempre es al mismo tiempo todo esto que te estoy por enviar. Te lo envío porque quiero que sepas. Lo que guardo en mi corazón metafórico. En mi epicentro. Todo lo que alguna vez amé o me cambió la esencia. Vos también sos parte, querría hacerte saber, pero esto es más grande aún que cualquier sensación que hubiésemos podido atravesar juntas en vida. No quiero gastar energía hablando de lo que perdimos. Fijate que no dije tiempo porque en mí el tiempo ya no existe. En mí, en mi mundo digo. Entonces esa mañana, sí. Mañana dorada de verano. Fresca y perfecta, como ya sabiendo que iba a perpetuarse al infinito. Tu pelo despeinado en la cama. Desparramado. Tu brazo descubierto y helado por el ventilador. Ella saliendo a saludarme y la otra tirada durmiendo más allá. Ella acompañándome al auto. Vivo en este momento. El abrazo. La sonrisa. El pelo largo. Los ojos dulces y redondos como bomboncitos de chocolate. Toda dulzura. Se ríe. Se alegra, dice. Veo que se alegra. Te amo, le digo. Es que la amo. Todo eso y vos y ella y la luz del sol y las sonrisas y la expectativa de vivir toda la vida. De vivir. Vivirla. Ya sé ahora que no es todo, pero de alguna manera esa sensación queda y cambia. Ahora es otra cosa. Es una sensación abrazadora e inexplicable, que no va para atrás ni para adelante pero que me llena a mí, a mi mundo de un color transolar. Un color marítimamente mío y universal. Transmarítimo. Es amor. Mi amor me mantiene cálida porque es el amor del todo. Entonces, esa mañana y todas las mañanas y noches y tardes en las que habito ahora, están atravesadas por este rayo onírico de amor puro, que tiene un sabor tan dulce como mi chocolate preferido, pero jamás empalagaría a nadie, ni siquiera a vos, amiga. Te quería contar para que te calmes. Sé que sos curiosa, inquieta, y que la duda te está manteniendo despierta a veces, llorando otras, con el corazón angustiado siempre. Y necesitás saber. Y por eso te cuento. Porque en realidad no me fui a ningún lado y no hace falta que te lo diga. Porque no existe irse. Solo alejarse un poco y después volver, por la misma redondez del infinito. No llego ahora a abrazarte, pero algún día en los días de mi mundo, no del tuyo, voy a volver a agarrarte la mano y a apretarla y a preguntarte: ¿y? ¿Cómo va? 

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