29.4.20

Principio y fin (Microrrelato)

Su madre no le leía. Inventaba historias formadas por muchos cuentos distintos, mezclando realidad y ficción y la pieza oscura se llenaba de colores y formas de ensueño, caballos voladores y castillos flotantes. A veces, las manos señalaban puntos imaginarios y estrellas que estarían más allá del techo de su pieza. Pero ellas las veían, traspasando el material. Ese era el principio de su vida. Por años transitó ese estado que pasan los adultos pensando que no necesitan las mil vidas que ofrecen las fantasías. Llegó la vejez y la añoranza de todo lo que fue. Se encuentra chiquita acostada junto a su madre, buscando constelaciones en manchas de humedad y caras en el techo de madera. Descubre que ya no le queda mucho más tiempo, un concepto totalmente nuevo para esa nena que tenía la eternidad. Sale al patio y ve las estrellas, ayudando a esa imaginación un poco dormida de tanto esperarla. En la luna serena solo esas manos quedan, inmortales, ensayando los gestos que hacen al mundo, volver a su principio.

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