22.4.20

El fuego doméstico

El fuego doméstico del sudor y la fiebre 
Es inabarcable la sensación de estar perdiéndolo todo. Lo solitaria que es la derrota, el retorno. Vuelvo con las manos vacías. El barullo del festejo ajeno tiembla a mis espaldas y el corazón me retumba al ritmo del canto enemigo. Me tiemblan las piernas, se cierran las pupilas. Llamaste y me desarmaste. Te pediría que vuelvas a ordenar mis piezas, pero, ni yo sé por dónde empezar. Tenía todos los números y aun así perdí. Aposté todo lo que tenía y no tuve que entregarlo a la salida, porque hacía rato no era mío. No me pertenezco hace unas cuantas jugadas atrás. El retorno al hogar, la casa en el corazón de lo que no se nombra es, por lo menos, cruel. Las palabras que me calientan el vacío extremo del pecho, que pareciera un túnel interminable con todas las luces rotas y una niebla incoercible, están ausentes y no pareciera haber indicios de que vayan a llegar. Regresaba esperando que esa chispa se transforme en hoguera. Que la hoguera fuera un incendio. Que el incendio se hiciera un infierno. Que me quemara tanto que olvide lo que perdí. Que te despidiese por todos mis poros en un ritual satánico e ineludible, que me saliesen ampollas rellenas de líquido viscoso y explotasen despidiendo tu aroma, tu esencia. Y ya sin piel, ni agua, ni sangre en mi cuerpo...que quedara desollada, temblando, hirviendo y tierna. Muy tierna. Al final llegaría...el pródromo de la búsqueda de la propia esencia. Que el fuego doméstico del infierno propio me despellejara íntegra.  

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